miércoles, 20 de diciembre de 2006

Erase una vez...

Recuerdo cuando era niña los cuento con los que crecí. Nos creíamos princesas y creíamos que, en un futuro, nuestro príncipe vendría a rescatarnos en su blanco corcel. Pero pasaron los años y las esperanzas de que apareciese nuestro principito se fueron desvaneciendo dándonos cuenta de que nadie nos iba a rescatar. Que el único que se puede rescatar de los vaivenes de la vida es uno mismo.
Las mujeres ya no queremos ser princesas...ya no creemos en nuestro príncipe azul. Las imperfecciones de los demás, en muchas ocasiones, se convierten en pequeños detalles que hacen la vida más interesante.
Hemos aprendido a vivir en un mundo lleno de contradicciones: amor-dolor, separación-reencuentro, alegría-tristeza, una lágrima-una sonrisa, el raciocinio...y el corazón.
¿Pero que pasa cuando conoces a alguien que se acerca al ideal de "ese principito" que nos prometían cuando la inocencia aún brotaba en nuestro interior?
Aparecen miedos, dudas...y más miedos. El corazón declara una guerra abierta al sentido común que nos advierte que "no debemos abandonarnos a nuestros sentimientos".
Todos queremos encontrar el amor pero ponemos restricciones a como debe llegar dependiendo de las circunstancias...y del momento.
Tener miedo, aunque no guste, es humano.
Quién no teme que le hagan daño es porque nunca ha querido.
Quién no teme perder algo es porque nada ha tenido.
"Es inmoral sentirse mal por haber querido tanto, debería estar prohibido haber vivido y no haber amado"